la patente de la moto que arrendé para recorrer Phuket, Tailandia

miércoles, 17 de febrero de 2010

moto playa moto playa moto playa

El lunes 11 terminó a las 3 am del martes 12.

Estacioné la moto y mientras amarraba el casco al ganchito del asiento, la luz de otra moto que se estacionaba al lado me iluminó.

"Qué coincidencia, alguien llega del carrete a la misma hora que yo", pensé.

Amarro el casco y al levantarme, un flamante travesti me sonríe a un metro. Me hace el gesto de sacarme los audífonos (en moto y en snowboard, la música es increíble) y me dice algo que la impresión no me permitió retener.

"Good night" le digo, audífonos en mano, de la forma más seca pero educada que me nace y con un pequeño escalofrío, paso al lado y me voy.

"Que no me siga, que no me siga" pensaba con su cara de descolocada -por lo poco gentil de mi parte- fotografiada en mi cabeza.

Y qué iba a esperar. Que echáramos la talla y la invitara a mi bungalow a follármela?

Tenía ganas de correr pero me aguanté. Y sólo me calmé al escuchar que arrancaba su moto.

"Igual jugada la mina/el mino", pensé. El colmo de la prostitución, no tenís ni que buscarlas, ellas te siguen en moto.

Prendí el ventilador y me acosté esperando que el ahorro del 50% por renunciar al aire acondicionado fuese una apuesta acertada.

Así terminó el lunes 11.

Que empezó tarde, a las 10, 11 de la mañana con una estúpida sensación de angustia por no haber decidido cuando ir a Phi Phi. Lo escribo y lo encuentro todavía más estúpido.

Decidí que lo dejaría para mañana. Fui a una de las miles de agencias, pagué el bote y el alojamiento para una noche en Phi Phi y fui a arrendar una moto de una vez por todas.

El tipo que me la arrendó cachó que en mi puta vida había manejado una, así que me enseñó a encenderla y al verme partir seguramente hizo un rápido cálculo mental del costo de las reparaciones por choque.

Me daba un poco de miedo. Iba full concentrado y rumbo a conseguir gasolina. Porque por la calle pululan puestos con botellas "de pisco" a 40 Bhat llenas de gasolina. El día antes, caminando, recuerdo que pensé que qué raro licor autóctono sería ese de color rojo en botellas sin etiqueta.

Una señora con la mitad de sus dientes me mostró donde poner la llave para la gasolina. Al ver que trataba de meterla sin levantarme estalló en una carcajada (para echarle gasolina debes levantar el asiento, ahí está el estanque). Y no paró de reir hasta que me fui y me decía "slowly, slowly".

Me hubiera gustado despedirme con la mano pero me dio miedo quitarlas de la moto.

Salí de Kata por una calle empinadísima y apareció la selva.

En ese minuto fui feliz.

Más o menos sabía el lugar al que quería ir, porque había estado revisando el "mapa coreano", e iba escuchando a Briceño y su nuevo disco.

Era totalmente feliz.

Sonreía.

Recordaba a la vieja de la gasolina y más sonreía. De hecho por la cara que ponían los motociclistas en sentido contrario podría hasta decir que se notaba mi felicidad en la carretera rumbo a Kata Noi Beach.

Siempre había envidiado a Sofía y Óscar por haber podido hacer lo que yo llamo moto playa moto playa moto playa.

Llegué a Kata Noi y no bien había estirado la toalla me metí al agua.

Fue el momento en que entendí y sentí que Tailandia era el paraíso.

El arena perfecta.

La temperatura del agua perfecta.

"Cuál es la temperatura en Tailandia hoy", "33 grados... en el agua".

Pensé en que así es como la gente ocupada busca sacarse el stress tras recorrer medio mundo (sólo para estar ahí).

Y pensé en esa mitad del mundo que en ese mismo segundo cerraba negocios, ganaba dinero, se desesperaba o hacía la guerra.

Entre y salí del agua un par de veces y la última vez sin secarme, me puse la polera y me subí a la moto.

A Rawai Beach.

Que de playa resultó tener lo mismo que Angelmó.

Paré en un restaurant frente al mar y a los puestos de pescados, camarones y mariscos varios.

La idea (cool) era comprar tú mismo lo que te querías comer y luego en la cocina del restaurant, que en realidad eran siete ocho mesas bajo un techo, lo preparaban según como lo pidieras.

Lo encontré chori pero no lo hice para después encontrar un motivo: la doble facturación. Quién mejor que un tailandés para conseguir a mejor precio un marisco tailandés. Y me quedé tranquilo con mi excusa de mierda.

Pedi el único plata de la carta que decía "chili". Mi primera prueba de fuego según yo.

Total que el plato del restaurant Thai House en Santiago, al que fui con Mitsue era mucho más picante. Eso sí el caldito de los Prawn Chili me calentaron un poquito.

Dos cocas (por motivos diarreico-preventivos) y banana frita de postre.

Volví a la moto (había dejado las llaves puestas, bien!) y tomé la autopista.

Camino al cabo donde debes ver el atardecer, había un gimnasio de Thai Boxing. Me acerqué igual asustado, a ver cómo en un cuadrilátero en altura, unos diez tipos abrazados por el cuello y en pareja, se daban rodillazos en los riñones mientras un tailandés con unos shorts que decían coach les gritaba.

La mayoría eran tailandeses pero había un negro -adivino que- norteamericano y dos chicos blancos (uno bien guapetón) grandes, musculosos y tatuados, con la piel enrojecida por el roce de toda la tarde.

Y un calor de mierda.

¿Por qué alguien (no tailandés) podría practicar una hue'á como Thai Boxing?

¡Puta que hay de todo en la vida!

A un extremo mis amigos haciendo sus doctorados en astronomía en Caltech y Harvard, y "en esta otra esquina" estos hueo'nes.

Sonaba música, que me imagino era pop tailandés medio electrónico. Una mierda.

Saqué unas fotos rapidito y me fui.

Pasé por dos playas más repitiendo el rito y a la noche, zapatillas de Tailandia nuevas por 11 lucas, me fui a Pathong a carretear.

300 prostitutas calculo.

Estacioné la moto cerca de Banana Disco y caminé hasta la calle del carrete. Me puse los audífonos un poco más para que si me hablaban hacerme el hue'ón, aunque claro, si te tocan con el índice en la cintura -puaj!- es menos sencillo.

La mayoría de los bares tenía minas travestis bailando arriba de las mesas al aire libre. Suena surreal, pero es que es surreal.

Estupendas los travestis pero con una cara de hombre las chiquillas... bueno y un pene.

El ver tanto gringo viejo con asiáticas de la mano al principio me hizo corroborar que mito no era. Pero ya en mi segundo día en Tailandia, me estaba aburriendo de la hue'á y cada vez que veía a un tipo de la mano con una europea me daba por respetarlo más. Las tonteras.

Recorrí la calle de un extremo a otro (¿obvio?) dos veces y como que me terminé acostumbrando al show, por mucho que 20 minutos hubiese estado con la boca abierta.

Entré a una disco lleno de occidentales, me tomé un vodka, pensé en la ecuación vodka + día 1 en moto + tráfico Pathong = muerte asegurada, y seguí sólo con Coca Cola.

La gente estaba toda con poleras musculosas, escotes y chalas. Y yo como los hueo'nes con las zapatillas nuevas.

Una chica me bailó y me dio la vuelta. Y una vez más y para variar no hablé con nadie.

Tipo 2:30 am me fui.

Compré otro panqueque lemon sugar en los carritos de la calle y me fui en moto sin notar durante cuántos kilómetros una travesti me seguía.

2 comentarios:

  1. Recorres el mundo P, espero que con el terremoto estes bien.
    Saludos.
    Chick Faced Lionnes

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  2. mi mamá forra con papel de regalo los libros que lee en el metro para que no sepan lo que lee, curiosidad que escribo por aquí, por si te avergüenza otro libro más adelante

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